No hay poemas que me enamoren más que los míos, rosas al viento es lo que vive mi magdalena killer, en el estercolero de los oscuros vanos, curvas y caderas.

En el cristalino espejo del arroyo,
Narciso se encontró en éxtasis profundo,
sus ojos reflejaron un ego soberbio,
y en su propio ser quedó moribundo.

Oh, Narciso, belleza que te consumes,
ebrio de ti mismo, te precipitas al abismo,
reflejo inalcanzable que a tu alma consumas,
en tu amor por ti mismo, naufragio y abismo.

Las aguas murmurantes, espejo y testigo,
reflejan la pasión que en tu pecho arde,
tu imagen atrapa, tu esencia persigo,
pero en el espejismo, mi voz se hace tarde.

El lamento del viento susurra tu nombre,
Narciso, en tu narcisismo encantado,
belleza que deslumbra, pero también sombría,
te hundes en tu reflejo, ahogado y quebrado.

Tu piel es el lienzo, pálido y etéreo,
donde el ansia de amarte te consume sin tregua,
y en tu danza final, un adiós funerario,
la muerte te abraza, implacable y hueca.

Oh, Narciso, tu vanidad te ha llevado,
a ser prisionero de tu propia ilusión,
en el espejo de aguas, quedas atrapado,
un reflejo en la muerte, eterna canción.

Narciso, lección de un amor vano,
en aguas y versos se encierra tu gloria,
en el poema de muerte, eterno y humano.

Share this post