Una sola tarde puede resumir todos los otoños de tu vida. Manuel Moreno Díaz
(A mi Amigo, mi hermano)
En el fragor de esta existencia errante, he llegado tarde, tarde a cada instante, como un eco lejano de mi destino esquivo, un peregrino errático, vagabundo, cautivo.
Llegué tarde a los sueños que anidaron mi pecho, y el alma que anhelaba, quedó hambrienta, en barbecho, a las puertas del tiempo, sin permiso ni aliento, quedé mirando atrás, como un fugitivo alado pero sin viento.
Tarde a las alegrías, las que bailan en danza, pues mi risa se perdió en la sombra de una chanza, tras el júbilo que emigró de mi corazón temprano, se ocultó entre las brumas, en un rincón lejano.
Tarde a los amores, a la pasión y al abrazo, la caricia que soñé quedó perdida, en el ocaso, enredada en la maraña, de silencios y suspiros, cual hoja marchita, llevada a trote por vientos sin destino.
Tarde a los golpes del destino, implacables y crueles, que en mi senda se abrieron, como oscuros laureles, desafiando mi andar con obstáculos silentes, y la fortuna, ajena, se burlaba salaz de mis tardíos lamentos.
Llegué tarde, sí, tarde a la danza efímera de la vida, como un náufrago errante en un mar de partida, un grito que resuena en la distancia y el solo abismo, pues llegar tarde a todo, es devenir yo mismo.
En cada paso lento, en cada espera inclemente, se forja mi esencia, mi destino corriente, y aunque no llegue, seguiré en esta danza, hasta que yo me acabe, sin añoranza, tarde.