Entregas el rojo que serán de los señores,
y en el óbito de esos días,
oise la fría estación que levanta
su irritación sobre los campos.
Era el mismo reproche que insulté,
solicitar consuelo donde no hay más dios
que la añoranza. Las fiestas espantan,
ineptos esclavos de una naturaleza alterada.
Tendré mil tardes de Alemania,
roído y sufrido en la hierva
que escogéis sin acuerdo,
poniéndolo todo en la balanza aérea del destino.
Hermosa es la tarde cuando callaré,
concertábamos entregas sin alteración.
Aun así, era tarde,
y lo creado se pierde en el viento.