Malabarista de la materia oscura

Sol en la penumbra,
el silencio tiembla y el tiempo se repliega,
el fumador enciende el filo de un instante.
El humo, como un río de sombras,
se enrosca en su aliento,
escapando de su boca como si fuera un conjuro.

Es un malabarista de la materia oscura.
Con dedos precisos, toma un fragmento del vacío
y lo convierte en forma efímera.
Cada bocanada es un truco,
un equilibrio entre lo visible y lo que se disuelve,
entre el todo y la nada.

El cigarro es su bastón de mando,
un fragmento de estrellas colapsadas
que arde en su palma.
Cada chispa es un eco de galaxias extintas,
cada ceniza, un testigo de lo que nunca fue.

En su pecho, el universo se contrae,
pulmones que inhalan constelaciones moribundas.
Exhala un cosmos en ruinas,
un espiral que danza hacia lo desconocido,
desvaneciéndose en el aire
como un secreto que nadie podrá descifrar.

El fumador es artista y cómplice,
arquitecto de sombras y luces fugaces.
Habita en el umbral donde la materia
se transforma en misterio,
donde lo intangible encuentra hogar en el humo.

Malabarista sin público,
su acto termina siempre igual:
el cigarro se consume,
la materia oscura lo envuelve,
y el hombre regresa al silencio,
dejando tras de sí
solo el aroma de un enigma.

Share this post